AMOR POR LA MONTAÑA

“Con amor y esfuerzo ningún obstáculo me podrá detener” 

Hay lugares que te brindan una sensación de plenitud inexplicable, paz, armonía, libertad y al mismo tiempo te desafían; creas una conexión que solo puedes describir como amor, y sin lugar a dudas si todos amaramos los lugares que tenemos el privilegio de conocer, los cuidaríamos como templos de una creación divina.

Por años, vi los nevados como una utopía, realmente pensé que acceder a ellos resultaría complejo, pero dicen por ahí el que quiere puede, así que consulte a mi gurú intelectual “Google”. La investigación trajo consigo un deseo irremediable por conocer estos hermosos lugares, todo estaba en rodearme de personas con experiencia en el tema con las que pudiera sentirme segura.

En medio de la búsqueda conocí a Mario, quien me comentó que llevaba varios años recorriendo las montañas y además llevaba grupos a conocer los nevados, ya que junto a su amigo Alex conformaban XPERIENCIA  AVENTUREROS, esto, claro me dio más confianza así que dije: mundo allá voy. Jamás en mis entonces 24 años había viajado con personas que recién conocía y tampoco había acampado (pague la primiparada). Así viaje junto a ellos a Manizales y estuve cerca al Nevado Santa Isabel y luego viaje al Parque Nacional Natura el Cocuy ¡imperdibleᴉ

Después de conocer esos hermosos lugares me sentía preparada para una hazaña mayor, hacer cumbre en el Nevado del Tolima, si ya la montaña me estaba conquistando, este fue el inicio del amor.

Desde Soacha para el mundo, la primera parada fue el Municipio de Salento, un maravilloso lugar que ya había tenido la fortuna de conocer junto con mi hermana, desde allí tomamos rumbo hacia  el Valle del Cocora, destino por excelencia del Quindío; a partir de allí unos cuantos ejercicios de calentamiento para iniciar y adelante caminante; por el camino te maravillas de la variedad de vegetación, colores y especies de aves que allí habitan, pasando por la zona de los puentes colgantes que atraviesan el rio Quindío, luego Acaime donde encontramos la casa de los colibríes y continuando el ascenso llegamos a La Estrella de Agua donde descansamos un poco y vimos como una amiga se le caía un atún, el cual esperábamos con ansias, pasado ese punto nos adentramos al páramo Romerales  que está a unos 3590 msnm rodeados de los hermosos Frailejones el camino nos lleva a un sector conocido como “el Valle de los Perdidos”, su nombre debido a que por la humedad se marcan aparentes caminos que pueden desviar a muchos al no conocer, pero la ruta es solo una que nos lleva a la Finca Primavera, donde, después de una caminata de 17km comimos y descansamos, allí pude conocer más de las personas que me acompañaban en esta travesía, entre risas y anécdotas creamos un vínculos de amistad que espero me acompañe de por vida.

El siguiente día inicia muy temprano, pues aún queda camino por recorrer, continuamos por el páramo con una ruta más descansada, el ritmo de la caminata permitía que no sintiéramos el frio del lugar, hasta que llegó un acompañante, la lluvia. Empapados de pies a cabeza y después de unos 9km llegamos al campamento base (el calvito), la prioridad fue armar las carpas pues la lluvia no cesaba, con los dedos gélidos monte mi refugio, el cual debido a la fuerte lluvia se mojó un poco por dentro. Después de un tiempo de que parara de llover, decidí salir de la carpa a estirarme un poco y me encontré con que estaba nevando y aún más maravillada quede al ver el nevado, innegable belleza que mis ojos contemplaban. Esa noche debo admitir que dormí poco, estaba en la carpa sola y el frio no me permitía conciliar el sueño, lo bueno era que mis vecinos estaban en sesión de karaoke e historias que nos hicieron reír por bastante tiempo, luego vino el silencio y solo quedaba esperar la hora para iniciar la caminata.

El itinerario indicaba las 3:00 am para ponernos en marcha, pero el mal clima prevalecía, así que Mario y Alex nos reunieron para explicarnos que lo más probable es que no pudiéramos hacer cumbre, las caras largas no se hicieron esperar, ¡ay Diosᴉ  nos propusieron que esperáramos una hora a ver si se despejaba, tres doritos después el clima hizo una mueca, casi sonrisa así que arrancamos; el primer tramo era por Arenales, lugar popular donde das dos pasos y retrocedes uno, a pesar de que no dormí las ansias de caminar en la nieve eludían el sueño, pasamos por el helipuerto y la luz del día ya nos alcanzaba, después de aproximadamente 3 horas de caminata allí estábamos, a las faldas del nevado y que comience la sesión de fotos; a esas alturas el cuerpo está caliente pero los dedos de los pies son la excepción, así que crampones puestos y listos para pisar nieve. Mientras subíamos ya dos grupos iban bajando, nos saludamos y uno de los señores me dijo “ponte gafas” y no la expresión de estar atenta, literal si no se usan gafas mientras se camina en la nieve puede causar conjuntivitis… a medida que íbamos avanzando la nieve estaba más blanda y nos hundíamos hasta las rodillas, los pasos eran más lentos, Mario nos señala el Espolón del Gusano, unas rocas sobresalientes, a pesar de que está nublado lo poco que se alcanza a ver es simplemente majestuoso. Nos tomó alrededor de 1 hora desde bordenieve y ¡¡voilàᴉᴉ llegamos a la cumbre, lágrimas, abrazos, fotos y satisfacción nos embargaron.

El reloj marcaba las 10 am, se estaba haciendo tarde así que comenzamos el descenso, pasando un borde de nieve la niebla se hizo aún más densa, y solo divisábamos a un metro de nosotros, más allá no veíamos, esto causó incertidumbre en el grupo pues el camino se dificultaba, esto causó que tuviéramos que pasar una noche más en el campamento ya que la tarde nos rebasó, pero una vez más poco antes de llegar al calvito, llovió, de nuevo una noche más casi en blanco. La mañana siguiente nos sorprendió con un clima  más  despejado y una vista envidiable, ya no solo se veía aquel que habíamos conquistado un día antes, también se divisaba el paramillo del Quindío, paisaje de portada, solo quedaba recoger y empacar  todo, despedirnos de Dulima e iniciar el regreso a casa, ya en el Valle del Cocora nos desviamos del camino que ya  habíamos recorrido para poder observar las famosas  Palmas de Cera, símbolo de nuestra patria y que pueden alcanzar una altura de 60 metros, con ellas  terminó nuestra travesía, la primera de muchas cumbres.

¿Vale la pena? cada sagrado segundo, es una experiencia que nos ayuda a crecer personalmente, respiramos aire puro, de cada lugar quedan anécdotas para toda la vida, al igual que amigos, te deleitas visualmente y cuando el clima lo permite ves las nubes como un tapete infinito.

Estuve a 5215 msnm, y siempre estará en mi corazón.

Por: Zindy Corteshttps://www.instagram.com/zindylcr/

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